domingo, 18 de octubre de 2015

ALIMENTACIÓN INFANTIL A PARTIR DE UN AÑO DE EDAD.


PRIMEROS SÓLIDOS. ¿SE ALIMENTA BIEN MI HIJO DE UN AÑO?
Dar de comer a un niño de esta edad puede ser la cosa más fácil o... la mayor de las pesadillas. ¿Es posible alimentar correctamente a un niño a partir del año de edad sin morir en el intento? La respuesta es sí.

Lo primero que hay que hacer es preguntarse: ¿pero, realmente mi niño come mal? A veces nos obsesionamos y, para nuestra sorpresa, el pediatra nos informa de que nuestro hijo (que no prueba las acelgas, ni nada que sea amarillo, ni mandarinas, ni...) está perfectamente alimentado y nutrido.

La idea no es obligarle a comer algo que odia, sino elaborar menús equilibrados y nutritivos con alimentos que le gusten.

¿Cómo pasar a la cuchara sin traumas?
A esta edad ya pueden tomar sus platos con cuchara sin necesidad de que pasemos por el triturador toda su comida. Tardarán más en comer, pero no debe superar el tiempo los 40 minutos.
Este proceso por el que pasan todos los niños es importantísimo y no puede suponer un agobio ni para ellos ni para nosotros.
Hay que ser pacientes, cuidar que no se atraganten, y superar la tentación de volver a los purés que tan rápido comían.
Si nuestro hijo se niega comer algo que no esté triturado, démosle una tregua. Ya aprenderá. Siempre podemos ofrecerle la mitad del plato triturado y la otra mitad troceadita. Aplastar una parte con el tenedor o cortarla en trozos minúsculos les ayuda a superar esta fase.
¿Cómo introducir los nuevos alimentos?
No debemos esperar que le guste cada nuevo alimento. Si no le gusta una comida intentarlo con otra con las mismas características nutritivas.
A veces, ver comer a mamá o papá lo mismo hace que quieran imitarnos.
Sus gustos son variables, así que eso que escupió hace un mes, quizá lo pruebe de nuevo y esta vez se chupe los dedos. Tenemos que tener paciencia y no forzarles en exceso. Sí estar de acuerdo en la firmeza a la hora de comer tanto el padre como la madre.

¿Qué debe comer un niño de un año?
Lo que coma su familia, salvo contraindicación del pediatra. Una dieta equilibrada incluirá:

Leche entera y derivados (quesos suaves, yogures...).
Legumbres y patatas. Cereales (en pan, arroz, galletas... les encantan).
Carnes, pescados y huevos (¡cuántas proteínas!). Frutas y verduras, (ricas en vitaminas y minerales).
Grasas, siempre en poca cantidad (el aceite, mejor de oliva).

¿Hay algún alimento prohibido?
No, pero hay algunos que tenemos que limitar o retrasar un poquito antes de incluirlos en su dieta:

Demasiado fiambre, salvo pechuga de pavo o jamón cocido.
Marisco, pescados o carnes crudos. Cuando tengan al menos tres años.
Golosinas, bollos, etc. El exceso de azúcar no les favorece.
Las bebidas con colorantes y aditivos. Nada de cafeína ni alcohol. Lo ideal sería que beban sólo agua, leche y zumos naturales de frutas.
Los frutos secos (podrían atragantarse).
Salsas: la mahonesa, la mostaza, el ketchup. No abusar, poco o nada.
Comidas muy picantes o muy especiadas (dependiendo de las costumbres gastronómicas de la familia se irán introduciendo poco a poco).
Comidas muy saladas o azucaradas (aún no necesitan apenas sal ni azúcar en su dieta, y es bueno que aprendan a degustar los sabores propios de cada alimento).
Alimentos en conserva. Cuanto más frescos, mejor.

¿Estará más sano si come más?
La cantidad de comida que necesita un niño es más pequeña de lo que pensamos los adultos. De todas formas, si creemos que el nuestro no come lo suficiente, haremos bien consultando al pediatra. Cuando el pequeño no se termina el plato, pensamos que ha comido poco. Pero no es cierto.

Busquemos un equilibrio y démosle ni más ni menos que lo que necesite. Y eso sólo lo sabe él. ¿Pide más comida? Entonces necesita más. ¿No quiere más? No necesita más. Así de sencillo. A partir del año no necesitan tanto alimento porque su crecimiento es más lento.

¿Debemos prohibirle picar?
Una buena estrategia es darles sólo una vez al día algo de picar entre horas y nada de comer al menos durante la hora previa a las comidas.

¿Puede comer ya en familia?
Claro. La hora de la comida es la hora de la familia, un momento para disfrutar de la compañía y la conversación. El niño debe participar de ese momento como uno más; de esta forma evitan que se convierta en el centro de atención. Sí comer sobre las 12 del mediodía nos supone a los adultos un esfuerzo, podemos acompañarle tomándonos un tentempié.

¿Es normal que se manche mucho?
Tenemos que armarnos de paciencia y recordar que es inevitable que toque la comida, que ensucie. Constituye una fase necesaria de su crecimiento, le ayuda a ganar en autonomía y, menos mal, es transitoria.

¿Le dejamos marear su comida?
¿Por qué lo hace? ¿Porque no tiene hambre o porque, simplemente, comer le entretiene mucho y le lleva su tiempo? Si es lo primero, lo mejor es retirarle el plato. Si, por el contrario, es lento comiendo, ¿qué tiene de malo? Seguro que es un niño muy tranquilo que mastica estupendamente su comida y tiene buenas digestiones ¡qué suerte!

¿Y si se niega a comer?
No es lo mismo comer poquito que no querer probar bocado. Si esto ocurre de forma esporádica no debemos alarmarnos, ni insistir en llevarle nada a la boca porque podría ser contraproducente.

Si tiene sueño. Es lógico que sólo quiera dormir y que lo dejen tranquilo. Dejemos entonces que coma después de haber descansado.
Puede ser que quiera llamar la atención. Los niños perciben los cambios, el humor, los problemas más insignificantes... Lo primero que deberíamos hacer es pensar si ha recibido poca atención porque en casa estamos especialmente intranquilos. Si es así, dedicarle un ratito de juegos antes de comer le 'reconciliará' con nosotros y, probablemente, no sentirá la necesidad de reclamar ese cariño a través de la comida.
Porque no se encuentra bien. En ese caso seguramente notaremos que llora de forma distinta. Si después de un tiempo sigue igual, lo mejor es acudir al pediatra

Los padres debemos tranquilizarnos y no obsesionarnos con la comida de los niños, ante cualquier duda consultarle al pediatra, pero es normal que les cueste comer sólido o que coman menos que antes. Si no quiso comer en el almuerzo, darle en la merienda y si no en la cena. El apetito le hará comer, si se alarga en el tiempo el problema de no querer comer consultar al pediatra.

Asesores: Laura Sande Balboa, técnico especialista en Nutrición y dietética.Sara Vázquez, pediatra.

miércoles, 19 de agosto de 2015

Rutinas de oro.


APRENDIZAJE A TRAVÉS DE LOS HÁBITOS Y LAS RUTINAS.
Es en los primeros años de vida donde se tiene mayor receptividad y se da un aprendizaje duradero, por esto la importancia de enseñarles a través de actos repetitivos y constantes. “Mediante las rutinas interiorizan tareas elementales y también complejas. Aprenden a guardar sus juguetes después de haberse divertido con ellos, a tocar instrumentos, a practicar deportes e incluso a predecir lo que va a suceder luego de determinada situación, es decir, a relacionar una acción con su consecuencia”, dice María Martínez, psicóloga clínica.








Ahora bien, hay que tener en cuenta que todas las personas tienen unos rasgos temperamentales que los identifican y que reflejan la forma en la que pueden llegar a reaccionar con respecto a una situación determinada. Dicho lo anterior, es importante que los padres identifiquen cuál es el tipo de carácter de sus hijos y cuál será entonces la mejor manera de aplicar dichas rutinas y pautas educativas. “A algunos les parece divertido lo que han hecho por lo que disfrutan poniéndolo en práctica y logran aprenderlo más rápido. Otros, en cambio, rechazan de inmediato la actividad porque no se sienten cómodos con esta y, por lo tanto, necesitarán de más paciencia, constancia y persistencia para lograr que la asimilen y la lleven a cabo de forma automática”, comenta María Fernanda Hurtado, psicóloga y directora de vivirlafamilia.com.
Lo importante, sea cual sea el caso, es hacer de todas las rutinas (de alimentación, descanso, higiene, juego y tareas propias de la vida escolar) rituales amorosos y divertidos y no obligaciones impuestas. Todas necesitan ser ejemplares y coherentes, todas deben llevarse a cabo con la misma constancia e intensidad para que puedan ser interiorizadas exitosamente.















Rutinas de oro
Alimentación:
Esta rutina, generalmente, inicia cuando el bebé empieza a descubrir nuevos sabores y consistencias. Aunque para algunos esta etapa resulta sencilla y divertida, para otros es bastante compleja y molesta, por lo que, en primera instancia, los padres deberán tener mucha paciencia y dedicación para lograr que esta actividad se convierta en algo placentero. “No es conveniente hacer de la hora de la comida una batalla, es necesario darles tiempo para que se habitúen, comprender sus respuestas de saciedad, gusto o disgusto; ser constantes con las horas y el lugar en el que se come, explicarles por qué se deben alimentar, y ser creativos para estimular su apetito, por ejemplo, sirviendo los alimentos en tazones de colores o haciendo divertidas figuras con ellos al momento de ponerlos en el plato”, argumenta la psicóloga Viviana Obando.
No cometa estos errores
Evite utilizar espacios distintos al comedor para que el niño realice esta actividad. Él debe asociar este lugar con alimentación.
No lo entretenga con juguetes, objetos o el televisor. Él debe ser consciente de la acción que está realizando.
No use la comida como calmante o entretención.
No la use tampoco como premio o castigo.
No varíe las horas en las que le da de comer. Trate de ser constante en los tiempos. La doctora Hurtado recalca que “el horario de las comidas es de vital importancia, porque organiza los procesos biológicos en todo lo relacionado con el sistema gastrointestinal y nutricional, esto sin contar con los positivos aportes que se dan sobre el vínculo familiar cuando todos los miembros del hogar se disponen a compartir este momento”.
Descanso:
Descansar es vital a nivel cognitivo. El número de horas de sueño está directamente relacionado con el desempeño académico, la capacidad de concentración y de resolución de problemas, entre otras cosas.
¿Cómo lograr que duerman el tiempo suficiente?
El pequeño debe aprender a reconocer que su cuna o cama es sinónimo de reposo. Para lograrlo, asegura la especialista Collantes, es necesario hacer de este momento un ritual especial. “La noche debe convertirse en señal de descanso, por lo que el ritmo de la vida, a esa hora, debe ser más pausado, el tono de la voz más bajo y las luces de la casa más escasas. Luego, un baño de agua tibia, por ejemplo, podría resultar muy relajante; después un masaje con aceite; ropa cómoda; un mimo de ‘buenas noches’ y la arrulladora voz de mamá o papá susurrando una melodía de cuna o quizá algún relato llevarán al infante a dormir plácidamente”.
No cometa estos errores
Evite acostarlo en lugares diferentes a su cuna o cama. Él debe familiarizarse con estos para lograr dormir tranquilamente.
No lo duerma mientras realiza otras actividades, no encienda el televisor para ‘arrullarlo’, dedíquese a brindarle un ambiente apto para conciliar el sueño y establézcalo como un rito.
Sea constante con los horarios destinados para realizar esta actividad.
Si luego de haberse dormido se despierta, acompáñelo sin sacarlo de su cuna o cama y por ningún motivo lo lleve a su habitación.
Higiene y orden:
Los hábitos de aseo garantizan la salud de los seres humanos, mejoran la apariencia personal y, a su vez, permiten tener una mejor recepción dentro de una comunidad. Es posible que en algunos casos resulten aburridas para el menor, razón por la que será responsabilidad de los padres hacer de ellas actividades divertidas, a continuación le damos algunas ideas:








- Cree una historia o canción relacionada con el tema, en el que un personaje pasa diversas dificultades por no ser aseado y organizado. Descríbale cómo quien, por ejemplo, no se lava los dientes padece terribles dolores en estos por causa de las caries, o cómo alguien pierde su juguete favorito debido al desorden.
- Realice juegos de roles. Convierta a su hijo en un gran estilista y permita que él le lave su pelo y le realice peinados. Otra forma de poner en práctica los buenos hábitos de limpieza es aseando y reinventando por completo un lugar que él o ella habite de manera permanente; también puede realizar un relajante baño de burbujas e indicarle cómo debe bañarse.
- Cada vez que se asee, lave los dientes, haga la cama y recoja el desorden, invítelo a participar. A los niños les encanta imitar lo que otros hacen y este tipo de cosas no son la excepción. En general, todas las rutinas necesitan los mismos ingredientes para que sean efectivas: coherencia entre lo que se dice y se hace, ejemplo por parte de los adultos que rodean al infante, paciencia porque cada niño tiene su propio ritmo y, por último, creatividad para lograr que interioricen las acciones sin inconvenientes.
- Cree un cuadro grande y ubíquelo en un lugar visible. Puede hacer uno semanal para no saturarlo con varias acciones. Ejemplo: "La semana de los dientes limpios". Cada vez que él cumpla esta tarea, se pondrá una carita feliz y, además, tendrá una recompensa. De lo contrario, habrá una carita triste, pero no un castigo.
Por Pamela Rueda C. / Especial para 'ABC del Bebé'


martes, 18 de agosto de 2015

La importancia de los hábitos y las rutinas para los niños y bebés.


La repetición de los hábitos ofrece seguridad a los niños


Los niños necesitan seguir una rutina para sentirse seguros y tranquilos en su ambiente. Esta rutina establece horarios, pero además los hábitos repetitivos ayudan a construir un equilibrio emocional, que les proporciona un mecanismo importantísimo para su educación y para la construcción de su personalidad.
La repetición de los actos cotidianos forman hábitos y la repetición de los hábitos forman virtudes.

Beneficios de los hábitos y rutinas en los niños y bebés




1. Para que un niño se sienta seguro tiene que adquirir hábitos.
2. Los niños no conocen el orden de las cosas cuando nacen, por lo que los adultos debemos enseñarles a organizar su vida mediante horarios estables asociados a rutinas, es decir, a través de actividades que se hacen todos los días de la misma manera.
3. Se repiten rituales que ayudan a que el niño vaya asimilando un esquema interno que convierte su mundo en un lugar predecible y, por lo tanto, seguro.
4. La alimentación, sueño e higiene son los primeros hábitos que tienen que aprender los niños. "La rutina diaria es para los niños lo que las paredes son para una casa, les da fronteras y dimensión a la vida. La rutina da una sensación de seguridad. La rutina establecida da un sentido de orden del cual nace la libertad." (R.Driekurs)

¿Qué son los hábitos y las rutinas para los niños?

- La rutina es una costumbre personal establecida por conveniencia y que no permite modificación, es decir, es inflexible; por ejemplo, colgar la bata en la percha antes de salir de clase.
- El hábito es un mecanismo estable que crea destrezas y que además podemos usar para distintas situaciones: por ejemplo, abrocharse. Según Antonia Fernández Gutiérrez “Son costumbres, actitudes, formas de conducta o comportamientos que conllevan pautas de conducta y aprendizajes.
El hábito bien adquirido y usado nos permite hacer frente a los acontecimientos cotidianos”
- Los hábitos y las rutinas aportan un mecanismo importantísimo de constancia y regularidad y, por eso son fundamentales tanto para la vida familiar como la escolar.
María Algueró
Experta en Atención Temprana
Maestra de educación Infantil (especialista 0-3)
Educadora de Masaje Infantil.Psicomotricista
Instructora Independiente Cincodeditos
Instructora de porteo


Maneras de estimular el lenguaje en los niños.


Estimular el lenguaje.

Actualmente un elevado número de niños son diagnosticados de retraso y trastorno del lenguaje, se habla constantemente de la conveniencia de acudir al especialista ya que la detección y el tratamiento precoz son esenciales.
Del trabajo que realiza el especialista depende en gran medida la evolución del niño, sin embargo, el trabajo con los padres es una prioridad, informarles sobre como se estimula el lenguaje y sobre los objetivos de tratamiento de su hijo es parte fundamental del tratamiento.
Las siguientes pautas son generales, muy útiles para establecer un intercambio comunicativo positivo. Esta es la base para posteriormente trabajar en casa, guiados por el especialista, objetivos de tratamientos más complejos.

¿Cómo hablar al niño?

  1. Adaptar nuestro lenguaje al niño:
    Hablar despacio sin modificar nuestra entonación, marcando los sonidos, sobre todo los sonidos que aún no se producen o pronuncian mal.
    Marcar todas las palabras dentro de la frase, sobre todo las palabras de función ya que la atención al lenguaje no es muy madura. ” la niña monta EN EL coche”
    Tener en cuenta los objetivos que actualmente trabajamos y recalcar este tipo de producción al dirigirnos al niño. Esta será su línea base y ajustaremos los enunciados a los objetivos. Es importante ofrecer estructuras gramaticales ordenadas y bajas en complejidad puesto que inicialmente es más sencillo que aprendan estos modelos.
    Hablar acerca de sus intereses y sobre lo que compartimos en el momento presente.
  2. Favorecer los intercambios comunicativos:
    Establecer periodos de interacción solos o a través de una actividad rutinaria o un juego.
    Escuchar lo que nos quiera decir, mostrándonos pacientes y receptivos (evitar mostrar preocupación). Hay que darles tiempo para que expresen con tranquilidad y establecer contacto ocular poniéndonos a su altura.
    Es importante no responder por él y dejar que se exprese con libertad.

     

Técnicas de estimulación

Son técnicas que empleamos para hacer correcciones indirectas ya que las correcciones directas son aversivas. Recordar que lo importante es que el niño atienda a nuestros modelos y que los repita, pero no hay que pedir que lo haga.
  • La expansión: el niño verbaliza y el adulto repite (asintiendo) el enunciado del niño, ampliándolo.
    • Niño: “Coche roto”
    • Adulto: “si el coche se ha roto”
  • Petición de aclaración: a través de una pregunta o comentario mostramos al niño que no le hemos entendido. ” no he entendido bien” ¿qué?…o retomando sus palabras en forma de pregunta.
    • Niño: “oto aso”
    • Adulto: ¿”aso”?
    • Niño: “vaso”
    Es importante usar esta técnica solo si sabemos que el niño puede esforzarse, repetirlo y corregir.
  • Corrección indirecta: el adulto devuelve al niño su emisión corregida
    • Niño: “oto aso”
    • Adulto: “claro, se ha roto el vaso”
  • Pregunta indirecta: se trata de preguntar para que el niño al responder dé la respuesta correcta corrigiendo.
    • Niño: “aso oto”
    • Adulto: “vaso oto o roto?”
    • Niño: “roto”
  • Pregunta directa: ¿qué es esto? ¿qué hace? Al realizar las preguntas directas es aconsejable no mostrarnos directivos sino interesados en que él nos diga algo que nosotros desconocemos.
  • Imitación: jugando a las marionetas o viendo un cuento. Le animamos a que nos ayude.
    • Adulto ” lobo ¡no me comas!” “ayúdame” “dile al lobo”
    • Niño “no me comas”
    • Adulto “lobo eres malo!”
    • Niño “eres malo!”
  • El adulto habla en voz alta sobre lo que está haciendo y ofrece al niño un modelo de lenguaje sencillo, sin pedir respuesta, únicamente capta su atención y le ofrece el modelo.
    “la mesa se ha roto” “yo me voy a dormir” “estoy pintando una casa grande”
  • Habla paralela: cuándo el niño esté realizando una acción, el adulto habla sobre lo que este hace, acompaña las acciones del niño con verbalizaciones claras y sencillas
    El niño está jugando con un muñeco y se ha caído: “¡este niño se ha caído y no puede levantarse!”
  • Papá o mamá se equivocan: hacemos algo mal, decimos una tontería o no encontramos algo. Es llamativo para los niños y de forma espontánea verbalizan

Juegos

Disfrutamos del juego, sin pedir al niño explícitamente que nos hable, compartimos estos momentos y aplicamos las técnicas de estimulación aprendidas. Inicialmente es él quién dirige el juego, (nosotros mostramos interés por el juego que realiza, le seguimos) y vamos introduciendo nuestras ideas sin ser directivos, sugerimos. Es importante recordar que el mejor refuerzo (positivo) es el refuerzo natural, que proviene del intercambio comunicativo, una palabra amable, una sonrisa o asentir son refuerzos muy potentes.
  • Animarle a cambiar de juego para evitar la rutina.
  • Favorecer los juegos de rol basados en experiencias cotidianas con ayuda de materiales como marionetas, animales de peluche y otros.
  • Fomentar juegos de interacción; el adulto hace o dice algo y el niño responde con una acción o palabra.
  • Animarle a participar en juegos reglados.
  • Fomentar hacer dibujos juntos.
  • Realizar juegos de imitación.
  • Animarle a imaginar lo que pueden sentir los otros niños (muñecos).
  • Enseñarle a compartir.
Propuesta de Pilar Gerez Taravilla.

Debemos preocuparnos si...

  • A los 6 meses. El niño no parlotea cuando se le habla y no sonríe ante la voz o la sonrisa del adulto.
  • Con 1 año. No señala con el dedo lo que quiere y no emite sílabas redobladas: 'pa-pa-pa'.
  • A los 18 meses. No utiliza gestos para llamar la atención, pedir o rechazar y no identifica, cuando se le nombran, objetos o personas familiares.
  • A los 2 años. No ha comenzado a decir palabras con sentido (agua, papá) y no comprende palabras cotidianas sin gestos.
  • A los 3 años. No usa frases de dos palabras y no comprende órdenes sencillas, como 'coge el pan' o 'tira este papel a la papelera'.
Alicia Herranz es psicopedagoga.